Aquí tenéis el primer capítulo de esta historia, que si bien no tendrá muchas escenas, espero que sea de vuestro agrado.
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~Capítulo 1: El día que conocí a Rei-san~
Ese día nevaba.
Yuki
Asakura, de dieciocho años de edad, esperaba bajo un portal que la
nieve cesara. Era menuda, con su cabello castaño cortado como un chico,
recogiéndose el flequillo hacia un lado con un par de horquillas de
color azul. Su baja estatura y su aspecto inocente podría hacer dudar de
la edad que tenía, pues cualquier persona que no la conociera pensaría
que tendría unos doce o trece años. Llevaba un abrigo grueso y una
bufanda de lana para protegerse del cruel frío de principios de enero.
Sin embargo, llevaba las manos completamente desnudas y amoratadas. Pero
a ella no le importaba el dolor de sus manos. El dolor y el peso de su
corazón era mayor. Así es. Tenía depresión. Le habían arrebatado su
felicidad.
Trataba
de calentar sus manos con su aliento en vano cuando un hombre con un
paraguas se detuvo ante ella. La chica levantó la mirada para ver el
rostro del desconocido. Era muy alto, con el cabello castaño claro y
unos ojos verdes muy amables.
—¿No tienes frío? —dijo él al verle las manos.
La joven las escondió en los bolsillos sin apartar la mirada un segundo de él, negando inmediatamente con la cabeza.
—¿Por qué estás aquí? ¿No preferirías resguardarte allí?—preguntó el hombre señalando una cafetería situada enfrente de ellos.
—Es que... —balbuceó bajando la mirada—. No tengo dinero.
El desconocido se quedó pensativo un momento.
—Te invito yo —susurró.
Yuki
negó con fervor. No quería que alguien que no conocía pagase por ella, y
aun menos le gustaba la idea de comer con un completo desconocido. Rei,
así se llamaba él, comprendió fácilmente lo que ocurría sin necesidad
de que ella se lo dijera directamente. Suspiró.
—Sé
que no es mucho consuelo, pero no quiero hacerte daño. Sé que es
escalofriante que se te acerque un completo desconocido y se pare a
hablar contigo, pero sólo intento ayudarte.
Ella
lo miró vacilante, evaluando su situación. Podría esperar en bajo el
portal a que la nieve cesara y morir congelada durante la espera, o
podría comer con un completo desconocido y arriesgarse a que fuera un
asesino en serie. Después de pensarlo un poco asintió con la cabeza
levemente y avanzó hacia él hasta situarse bajo el paraguas. El frío y
el poco interés de protegerse a sí misma habían ganado. Además, seguro
que él no podía ser tan malo... Al menos no como aquella persona...
Al
entrar en la cafetería se sentaron junto a uno de los ventanales. No
era el lugar más cálido del establecimiento, pero así sería más fácil
controlar el momento exacto en el que la tormenta cesara.
—¿Qué
quieres tomar? —le pregunto él mientras se quitaba la gabardina y la
depositaba en el respaldar de su asiento. La joven negó con la cabeza—.
Entonces te pediré algo caliente.
Yuki
no resultó ser demasiado habladora. Tan sólo dijo un simple "gracias"
cuando le sirvieron el té caliente. Colocó las manos alrededor del vaso
intentando aliviar el dolor producido anteriormente por el frío. Rei
ladeó la cabeza, llevándose una galleta a la boca mientras la miraba en
silencio.
—¿Cómo te llamas? —preguntó finalmente.
Yuki
vaciló. De alguna manera sentía confianza con él pero no dejaba de
tener algo de miedo. Pero si la estaba ayudando, supuso que como mínimo
debía decirle su nombre, por lo que terminó por responder:
—Yuki Asakura.
—Yo soy Rei Himura —contestó él esbozando una sonrisa—. Sé que es atrevido por mi parte, ¿pero podría llamarte Yuki-chan?
La muchacha negó con la cabeza con fogosidad.
—Usa mi apellido, por favor.
Rei hizo un gesto de desilusión. De alguna manera parecía dolido.
—Pues
yo quiero que me llames Rei-san, ¿está bien? —dijo él volviendo a
sonreír y ella no pudo evitar sentirse un tanto sorprendida—. ¿Qué
estudias? ¿Secundaria? —preguntó tomando un sorbo de té.
—Bachillerato.
Rei
escupió el té, atragantándose y sorprendiéndose por aquella respuesta.
Yuki se levantó de golpe tomando su servilleta, pero él levantó una mano
indicándole que se detuviera.
—Lo siento —se disculpó ella.
—¿Por qué pides perdón?
—Presiento que ha sido culpa mía.
Rei rió un poco.
—Bueno, me sorprendí un poco, pero no es culpa tuya. ¿En qué curso estás?
—Tercero.
—Umm.
Ella lo miró un poco de reojo.
—¿Y tú? —preguntó.
—¿Eh?
—¿Tienes estudios? ¿A qué te dedicas?
Rei sonrió aunque no parecía muy contento con responder a eso.
—Yo...
tuve que dejar el instituto a la mitad del Bachillerato, por lo que no
tengo estudios. Aunque tampoco es que se me dieran bien. Ahora soy
cocinero en un restaurante familiar. ¡El mejor de todos! No, es mentira,
pero tampoco es que se me dé nada mal.
Yuki lo escuchó en silencio. Rei no parecía nada feliz hablando de ese tema.
—Bueno, ¿y qué quieres estudiar? —preguntó él.
—¿Qué?
—Qué quieres estudiar. Estás en Tercero de Bachillerato, así que me supongo que quieres estudiar en la Universidad, ¿no?
Ella asintió levemente.
—Arte —respondió suavemente—. Fui a visitar hoy la facultad.
—Debes
ser muy buena estudiante si planeas entrar en la facultad de arte de
aquí —aseveró él colocándose un cigarro entre los labios—. ¿Eres buena
en los estudios?
Yuki volvió a asentir.
—Eso creo —murmuró.
Rei
sonrió. Ella, que trataba de no mirarlo directamente, empezaba a
encontrarse un poco incómoda ante esos ojos tan amables. Se levantó de
golpe sin darse cuenta, sobresaltándolo. Él la miraba sorprendido ante
su repentina reacción. Yuki buscó rápidamente en su cabeza alguna idea
que la salvara.
—Voy al baño —fue lo único que se le ocurrió.
—Ah... Vale... —Rei parpadeó varias veces.
La
joven avanzó dando largas zancadas y rápidas, completamente
avergonzada. Se apoyó con ambas manos en uno de los lavabos del baño. Se
sentía a gusto con Rei. Demasiado. Y acababa de conocerlo. El miedo
empezó a apoderarse de ella con más intensidad. Pensó que debía
calmarse. Que era un desconocido. Que no debía pensar que había
conseguido un nuevo amigo. Que pensara siempre lo peor y no se llevaría
sorpresas desagradables. Y aun así, estaba comiendo con él en una
cafetería. Abrió el grifo y se mojó la cara intentando aclarar las
ideas.
Al
verla de regreso completamente empapada (no sólo la cara, sino también
la parte superior del jersey y el flequillo), Rei se levantó de un
respingo.
—¿Qué te pasado? —preguntó mientras ella se volvía a sentar en su asiento.
—Me mojé.
Rei hizo un mohín por la respuesta tan obvia mientras ella cogía una galleta. Eran tan inexpresiva...
—¿Acaso no te importa coger una neumonía?
La chica pareció meditarlo por un momento, pero finalmente respondió mientras se llevaba la galleta a la boca:
—No.
Él suspiró.
—Diablos.
Te importa poco preocupar a los demás, ¿eh? —Miró por el ventanal—. La
nieve ya se ha detenido, ¿y ahora qué vas a hacer?
Yuki se levantó bruscamente poniendo las manos sobre la mesa y se giró hacia él.
—Ir a la estación —respondió.
—Entonces —dijo poniéndose la gabardina y colocando la bufanda sobre sus hombros— nos vamos.
—¿Y la cuenta?
Rei dio una calada al cigarrillo a la vez que caminaba hacia la puerta.
—Ya está pagada.
—Muchas gracias por todo —dijo ella nada más salir del establecimiento.
El sonrió.
—No fue nada. Me gusta ayudar. Nos vemos.
Pero cuando fue a girarse para irse, ella lo agarró del brazo.
—¿Me acompañas a la estación?
—¿Qu...?
—¡¿Me acompañas a la estación?!
Rei
no entendía nada, pero los ojos de ella y su voz desesperada reflejaban
absoluto terror. Como si pudiera morir si no la acompañaba. Esos ojos
pedían ayuda urgente. El hombre se quedó perplejo. ¿Había algo que
pudiera darle más miedo que caminar con un completo desconocido? Tragó
saliva.
—Sí, claro.
La
muchacha le soltó el brazo lentamente, cabizbaja, y comenzó su camino a
paso lento. Sacó el móvil y llamó a quien Rei supuso que sería su
madre.
El
trayecto hasta la estación no fue muy productivo. Rei intentó sacarle
conversación, pero ella siempre respondía con "sí", "no", "quizá" y "no
sé", por lo que desistió.
—¿Tienes dinero para el billete?
Yuki asintió.
—Lo justo —aseveró.
—¿Podrás
llegar sola hasta tu casa? —Ella asintió de nuevo. Pero a Rei le dio el
corazón un vuelco. Recordó lo aterrada que estaba momentos antes. Fuera
o no por un motivo de peso, ella sentía miedo de algo. O de
alguien...—. Iré contigo.
Era
muy estúpido por su parte ir en un tren sólo para acompañar a alguien
cuando a él ni siquiera le hacía falta cogerlo para volver a casa. Pero
sentía la necesidad de hacerlo por ella.
El
viaje en tren, sin embargo, fue algo incómodo. Yuki se negaba a hablar,
pero dedicaba miradas fugaces a Rei, cosa que él notaba y de la que
fingía no percatarse. Y de nuevo, al llegar a la parada de Yuki, Rei
sintió la necesidad de acompañarla hasta su casa. Sorprendentemente ella
no se quejó de que lo hiciera.
El
camino desde la estación a la casa de Yuki era largo. Volvió a llamar a
su madre para decirle que ya volvía y que llegaría pronto. Y cuando por
fin quedaban unos siete metros para llegar a su destino, Rei se detuvo
en seco.
—Oye, Asakura-san.
La muchacha se giró hacia él frunciendo el ceño.
—¿Sí?
—Sé
que es repentino, pero mañana libro. Así que... Este... Me preguntaba
si querrías que nos viéramos de nuevo. No me importaría venir hasta
aquí.
Un silencio sepulcral reinó el momento. Yuki parpadeó intentando asimilarlo.
—Yo...
Rei la interrumpió con una risa forzada, en señal de desilusión.
—Lo siento. Sé que es muy raro que un viejo como yo te pida algo como eso. No quise ponerte en un compromiso. Si me disculpas...
—¡No,
no, Himura-san! —exclamó ella—. ¡Me encantaría! —La expresión de dolor
de él no cambió, pensando que sólo lo decía por complacerlo. Pero se
equivocaba—. Yo no tengo muchos amigos. Y hoy me sentí muy a gusto
contigo. Sé que es raro, porque te acabo de conocer, pero me encantaría
que nos viéramos mañana. Tendría que ser cuando saliera de la escuela,
pero...
—No te preocupes. Entonces vendré mañana de nuevo, si no te importa quedar conmigo. Te esperaré al final de la calle.
Yuki asintió inmediatamente.
—Muchas gracias —dijo.
Y él sonrió.
—No, a ti.
Y
se giró marchándose de nuevo por donde había venido. Yuki se quedó
mirándolo unos instantes hasta que los copos empezaron a caer de nuevo y
entró en su casa. Al hacerlo, su madre le dijo que tomara un baño para
calentarse, a lo que ella accedió y subió rápidamente a su cuarto para
preparar lo necesario. Se sentía animada. En paz. Pero entonces le llegó
un mensaje de un número desconocido. «Mira por la ventana» decía.
Confusa, descorrió las cortinas y entonces... allí, al otro lado de la
calle, estaba él. Una figura vestida de negro de pies a cabeza que la
observaba enfurecida. Una mirada despiadada sedienta de sangre. El móvil
empezó a sonar. El mismo número de antes. Yuki tragó y saliva y empezó a
temblar a la vez que descolgaba el teléfono.
—Hola, Yuki-chan.
—¿Cómo has conseguido mi teléfono? —preguntó con voz temblorosa.
—Eso
es un asunto sin importancia. Lo que debería preocuparte es que no
siempre habrá alguien para protegerte. Y no me ha gustado nada la
escenita actual. Ten cuidado de no cortarte.
Y
colgó. Yuki soltó el teléfono a la vez que sus ojos se llenaban de
lágrimas y el muchacho de enfrente caminaba alejándose de allí,
quedándose muda y sintiéndose impotente, nula, inválida. Lo reconocía:
le tenía miedo.
I like It *-*
ResponderEliminar>.< continua please, esta linda la historia
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